La ambigüedad en los resultados de los estudios científicos genera preocupación en la sociedad
R. Ávila/. Existen en todo el mundo, aproximadamente, 5.000 millones de teléfonos, de los mal llamados móviles. El término adecuado para estos dispositivos sería `portátil´ o `celular´; el sistema que aglutina el conjunto de terminales sí podría denominarse telefonía móvil. Estos teléfonos se comunican mediante ondas de radiofrecuencia a través de una red de antenas fijas, llamadas estaciones base. Esas ondas son campos electromagnéticos que representan el centro de la discordia por su supuesto efecto maligno para la salud.
Un teléfono móvil emite frecuencias de entre 450 y 2700 MHz y tiene un pico de potencia que va de 0,1 a 2 vatios. La principal consecuencia del uso del teléfono en el cuerpo humano es el calentamiento de los tejidos. En el caso de las frecuencias utilizadas por los teléfonos móviles, la mayor parte de la energía es absorbida por la piel y otros tejidos superficiales, de modo que el aumento de temperatura en el cerebro o en otros órganos del cuerpo es insignificante.
Según la información de la Organización Mundial de la Salud, no hay pruebas de que la exposición a campos de radiofrecuencia tenga efectos perjudiciales para la salud. Sin embargo, la posición de la OMS es ambigua a tenor de las diferentes posiciones en las que ha colocado su visión sobre este asunto. De hecho, hasta el pasado año, dicha posición era en contra de riesgo concreto, como vemos en esta noticia publicada en un medio nacional; Este año han matizado esa posición advirtiendo del posible peligro de los terminales y descartando, por otra parte, el riesgo para la salud de las antenas fijas.
El miedo a las antenas fijas en España
En España, un informe del Comité Científico Asesor en Radiofrecuencias y Salud (CCARS) concluye que los campos electromagnéticos de radiofrecuencia utilizados en telefonía móvil, y cuyos niveles se mantengan por debajo de los fijados por el ICNIRP y la Unión Europea, no son genotóxicos ni mutagénicos, ni inducen apoptosis o muerte celular. Esto es, no hay relación entre telefonía móvil y efectos adversos sobre la salud.
A pesar de los estudios científicos, los españoles están entre los europeos más preocupados por los posibles efectos negativos de la exposición a los campos electromagnéticos. Y eso, a pesar de que, según el CCARS, los campos de radiofrecuencias asociados a la telefonía en nuestro país son muy inferiores a los límites marcados en las recomendaciones del ICNIRP, de la UE y de la normativa vigente. En concreto, en la Comunidad de Madrid existen numerosos casos de movimientos vecinales contra la instalación de antenas fija de telefonía. [1] [2]
Según los organismos expertos, el miedo se debe a la falta de comunicación con la población, por lo que recomiendan a la Administración una mejora en los canales de información y educación al respecto. Si tenemos en cuenta las conclusiones del Estudio sobre Campos Electromagnéticos y Cáncer, promovido por la Asociación Española Contra el Cáncer, la potencia de las antenas no es nociva siempre y cuando no estemos a menos de 1-2 metros de la estación base. Incluso, las antenas colocadas en las azoteas de los edificios no serían peligrosas ya que la emisión en vertical hacia abajo es muy débil
Recopilando las indicaciones de la OMS y el CAARS, se recomienda aumentar el número de antenas para reducir la potencia de emisión y disminuir la exposición. El cuerpo humano dispone de mecanismos suficientes para disipar el aumento de temperatura producido por uso del teléfono, aún así, es recomendable utilizar dispositivos manos libres para alejar el terminal de la cabeza. No hay razones técnicas ni sanitarias para establecer distancias mínimas a las antenas. La imposición de distancias mínimas crearía confusión y generaría una alarma injustificada. El uso del móvil y la falta de datos referentes a su utilización por periodos de más de 15 años hacen evidente, por parte de la OMS, la necesidad de seguir investigando el riesgo de contraer cáncer cerebral.
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