En un contexto en el que la sostenibilidad es un indicador que cada vez más consumidores tienen en cuenta a la hora de comprar, la necesidad de información veraz, fiable y relevante es un hecho
el Mirador
Por el Departamento de Comunicación de la OCU.
Para el 63% de los consumidores, la información medioambiental de los productos es un criterio de compra. No sólo lo consideran útil, sino que además esa información una de las razones por las que deciden comparar unos productos y no otros. Es más, el 44% está dispuesto a pagar más por un producto o servicio con una alegación o etiqueta medioambiental verificada.
Sin embargo, lo que los consumidores encuentran en los establecimientos es una amalgama de logos, reclamos y etiquetas que no siempre son sencillas de interpretar. Alegaciones sobre reciclabilidad, eficiencia energética, ahorro de agua, respeto animal… De hecho, sólo el 5% se declara bien informado sobre los requisitos para que un producto pueda anunciarse como verde o lucir ecoetiquetas.
En este sentido, en una encuesta representativa de la población española realizada por OCU, hemos constatado que el 72% de los encuestados no se considera capaz de distinguir entre alegaciones verdes verificadas y no verificadas. De hecho, destacamos que las etiquetas que más identifican los usuarios no son las más fiables. Es el caso del triángulo de flechas de Möbius, que en el ámbito de la sostenibilidad tiene escaso valor ya que sólo indica que los materiales pueden ser reciclados.
Etiquetas con valor añadido
Existen, sin embargo, etiquetas que aportan un valor añadido al consumidor sostenible, ayudándole a elegir la mejor opción con criterios medioambientales por su rigor y solidez.
“Existen, sin embargo, etiquetas que aportan un valor añadido al consumidor sostenible, ayudándole a elegir la mejor opción”
Pesca sostenible certificada: certifica que los pescados y mariscos que la llevan proceden de pesquerías sostenibles, gestionadas con criterios sociales y ambientales adecuados y cuya cadena de custodia se ha mantenido desde el origen hasta la venta. Para acuicultura también es fiable la etiqueta ASC. Y para alimentación en general, existen etiquetas oficiales de producción ecológica certificada como el logo ecológico europeo de la hoja verde o las etiquetas regionales de agricultura ecológica.
Cosméticos y detergentes naturales ecológicos: ECOCERT, indica que en la elaboración se ha respetado una lista restrictiva de ingredientes aprobados y se ha hecho una gestión responsable de agua, químicos y desechos. También son fiables otras etiquetas medioambientales como la alemana “Blue Angel”.
Ecolabel Unión Europea: distingue a productos como detergentes, pinturas o suelos laminados que hayan podido demostrar un impacto medioambiental menor que otros de su misma categoría y en todo su ciclo de vida, desde la fábrica hasta su eliminación.
Comercio Justo: garantiza estándares ambientales, sociales y económicos apropiados en la producción de algodón, café, té, cacao, etc., y el pago de un precio justo a los pequeños productores cuyos derechos laborales son respetados. Otros sellos de comercio justo a tener en cuenta son el World Fair Trade Organisation, el Símbolo de Pequeños Productores (SPP) y el sello CLAC de pequeños productores de comercio justo de América Latina y el Caribe.
Papel y madera sostenibles: como FSC o PEFC.
Textiles de confianza sin sustancias nocivas: aunque enfocado a proteger la salud, vela también por el medioambiente, pues los textiles que lo lucen deben estar libres de ciertas sustancias como pesticidas o metales pesados. Y con un enfoque más medioambiental, el más importante es el sello GOTS, que certifica que el producto contiene entre un 70 y un 5% de fibras ecológicas certificadas.
Alegaciones medioambientales
Si queremos que la opción sostenible sea la más sencilla para los consumidores, necesitamos el compromiso de autoridades y productores. El de las autoridades nacionales y europeas para que impulsen marcos legales que definan las condiciones para utilizarlas y el de los productores para que esas etiquetas sean claras, relevantes y certificadas. Es importante que esas alegaciones no estén restringidas a un ámbito del ciclo de vida del producto que no sea relevante en términos de impacto real.
Si así fuera estaríamos ante el fenómeno del “greenwashing”, por la que se incluyen indicaciones sobre sostenibilidad para que algunos productos parezcan lo que quizá no son. Esto tendría una finalidad comercial principalmente ya que lo ‘verde está de moda’ y se vende muy bien, por ello se pone una alegación medioambiental a cualquier producto para que le consumidor lo elija.
“Si queremos que la opción sostenible sea la más sencilla para los consumidores, necesitamos el compromiso de autoridades y productores”
Como decimos, las alegaciones deben ser: verdaderas (deben basarse en datos verificables, que puedan probarse y se refieran a cualidades presentes en el producto y no a compromisos futuros); claras (que sean fáciles de entender por el consumidor, sin vaguedades ni tecnicismos y en las que se indique el ámbito medioambiental específico al que se hace referencia (por ejemplo, emisiones de CO2)); relevantes (deben estar relacionadas con algún aspecto importante del ciclo de vida, bien sea la composición y los materiales empleados, el envasado, la energía gastada en la producción, la huella ambiental de su distribución, consumo de agua durante su uso, etc.); y justas (no deben inducir a malinterpretaciones, ni aludir a características que deben cumplir todos los productos similares por ley, ni incluir caracteres o imágenes que sugieran un beneficio ambiental mayor del que tienen).
Y además, deben ser productos que funcionen bien. Reducir el impacto ambiental no debe rebajar la calidad y eficacia del producto. Y si así ocurre, la alegación debe indicarlo. Sólo así el consumidor puede tener la certeza de que los productos que compra son realmente sostenibles y puede tomar decisiones de compra informadas y con verdadero impacto.