Parte de la toponimia del Guadarrama recuerda sucesos reales de pillería y vandalismo
`De leyenda´ Por Rosa AlonsoSobre el río Lozoya, a su paso por Rascafría, se erige el llamado puente del Perdón. Construido en el siglo XIV y reconstruido posteriormente en el siglo XVIII, en sillería de piedra propia de la Sierra de Guadarrama, toma su nombre de los indultos anunciados sobre él, durante la época tardía de la Inquisición española.
A espaldas del actual Real Monasterio de Santa María de El Paular, las autoridades locales de mediados del siglo XIV enjuiciaban a bandoleros y criminales antes de llegar al puente, por lo que cruzarlo significaba continuar el camino hacia la Casa de la Horca y quedarse del otro lado, por el contrario, la salvación deseada.
Los quiñoneros, guardianes de Rascafría
En 1320, la orografía escabrosa del Valle del Lozoya, emplazamiento rodeado de altas cordilleras de más de 2.000 m de altura, servía de perfecto escondite a los numerosos maleantes expulsados de Madrid y Segovia. Los bosques y cuevas actuaban de camuflaje natural en el que los malhechores continuaban con sus fechorías.
Como consecuencia, el aumento de la pillería en la zona supuso el descontrol del gobierno central y los `quiñoneros´ fueron enviados para restablecer el `status quo´ perdido. Los Caballeros de los Quiñones de la Ciudad de Segovia, orden creada en 1085 por Fernán García y Día Sanz para la repoblación de las tierras cercanas a Segovia tras la Reconquista, acudieron a la llamada de los reyes y extendieron su poder por Rascafría, así como por diversos pueblos que hoy pertenecen a Madrid.
Los juicios a pié de puente
Los cien jinetes de lanza de la orden presumían de su condición de milicianos a sueldo, ya que eran de garrote fácil y horca aún más si cabe. Por ello, no dudaban en impartir justicia en el mismo momento de apresar al reo, ya que el nombre era entonces la prueba más valiosa de la época.
Con el paso del tiempo, los `quiñoneros´, fundamentalmente por situación, tomaron por costumbre soltar a los indultados en el puente que conducía hacia la Casa de la Horca. En este lugar, los enjuiciados procedían a expresar sus últimas súplicas y los afortunados eran salvados de morir en la horca. Al recibir el perdón, los habitantes del lugar comenzaron a denominar con este nombre al puente, que ha llegado hasta nuestros días.
El puente del Perdón es sólo un ejemplo de topónimos serranos que recogen la tradición del pillaje y las malas artes. La Cueva de la Mora en la Pedriza y la Sima de los Pastores en San Lorenzo de El Escorial, ambas leyendas recuperadas en esta sección, constituyen igualmente claros ejemplos.