A vista de pájaro

Todas las aguas de la Maliciosa vierten al Manzanares, una de las fuentes de nuestro injustamente tratado río madrileño

`En ruta´
Por Felipe Colorado Lobo

Del Manzanares proviene asimismo la toponimia de nuestra sierra. Los árabes lo bautizaron Oued-er-Rmel, río de las arenas: Guadarrama. Ha llegado el momento de afrontar sus 2.227 metros y disfrutar de su cumbre con increíbles perspectivas panorámicas a vista de pájaro

Aproximación conocida

El acceso sigue siendo la conocida pista asfaltada que muere en el aparcamiento junto al Hotel La Barranca a 1380 m. En meses anteriores hemos descrito distintas alternativas para llegar a la fuente de la Campanilla desde allí.

Un abanico de rutas

Existen al menos media docena de rutas de ascenso. Utilizaremos una de las más transitadas aunque con importante desnivel, 800 metros, por la vertiente oeste. Hay que resaltar que algunas de las rutas son muy complicadas, mal señalizadas y plagadas de escobas y vegetación rastrera. No se recomienda aventurarse por ellas. Por ese motivo el descenso se realizará por el mismo camino. No debemos descender por rutas de las que nos hablen otros ascensionistas sin conocerlas.

Al collado del piornal

Desde el aparcamiento llegaremos a la fuente de la Campanilla por la ruta que deseemos. Son unos 2,2 kilómetros y subimos a unos 1.625 m. Desde la fuente el camino se desarrolla sin ambages hacia el NE. No es difícil seguir las marcas e hitos si el sendero no está nevado. En 1,7  kilómetros con un marcado repecho, alcanzaremos los 2.074 metros del collado del Piornal.

Travesía a cumbre

Después del esfuerzo y del encajonamiento visual sufrido entre las cuerdas de la Bola del Mundo y de las Buitreras, comenzaremos a disfrutar de marcadas pendientes a este y oeste mientras recorremos el último kilómetro y salvamos los últimos 150 metros a cumbre.

El contraplano de Rubens

Siempre es recomendable portar un buen mapa excursionista en nuestras aventuras y más en esta ocasión donde podremos disfrutar una panorámica kilométrica en nuestra bien ganada atalaya, contraplano de ese retrato ecuestre del príncipe Baltasar Carlos, magistralmente ejecutado por Velazquez.

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