El poeta de León encarna en sus versos una de las voces poéticas más sentidas con el entorno del Guadarrama
Milenaria
Por Jaime Sanz Burdiel
Leopoldo Panero (1909-1962) es otro más de los grandes poetas que esculpen sus versos con el aire de la Sierra de Guadarrama. Leopoldo Panero fue miembro de la Generación del 36, escritor de posguerra y ganador del Premio Nacional de Literatura justo un año después de obtener el Premio Fastenrath (al igual que el gran conocido de esta sección, Enrique de Mesa).

Leopoldo Panadero.
Este poeta de León enferma de tuberculosis en 1929 y como tantos tuberculosos tiene que venir a la Sierra de Guadarrama a respirar el aire más puro posible. Años después, Panero es encerrado durante la Guerra Civil pero es liberado gracias a su madre y a la prima de ésta, Carmen Polo, la mujer de Francisco Franco. Más tarde, ingresa en la Falange Española y dirige el Instituto Español en Londres durante dos años, codeándose con poetas exiliados como Luis Cernuda. Pasados unos años vuelve a España y entabla amistad con Luis Rosales y Gerardo Diego, entre otros. Muere en 1962.
El lector de El Guadarramista deseoso de nuevas lecturas relacionadas con la Sierra del Guadarrama debe conocer Versos del Guadarrama, poemario publicado en 1945, escritos entre 1930 y 1939. Para el artículo de este mes destacamos algunos de los poemas que escribe Panero sobre el Guadarrama:
Materia transparente
Otra vez como en sueños mi corazón se empaña
de haber vivido… ¡Oh fresca materia transparente!
De nuevo como entonces siento a Dios en mi entraña.
Pero en mi pecho ahora es sed lo que era fuente.
En la mañana limpia la luz de la montaña
remeje las cañadas azules de relente…
¡Otra vez como en sueños este rincón de España,
este olor de la nieve que mi memoria siente!
¡Oh pura y transparente materia, donde presos,
igual que entre la escarcha las flores, nos quedamos
un día, allá en la sombra de los bosques espesos
donde nacen los tallos que al vivir arrancamos!
¡Oh dulce primavera que corre por mis huesos
otra vez como en sueños…! Y otra vez despertamos.

Cumbres de la Sierra de Guadarrama.
Por la tarde
Palabra vehemente de las cosas
inanimadas; roca, pino, cumbre
solitaria de sol; silencio y lumbre;
quietud de las laderas rumorosas.
Intactas de mis manos silenciosas
entre el romero azul de mansedumbre,
transparentes de Dios y en su costumbre.
silencian el pinar mariposas.
Y el corazón silencia levemente
su palabra más pura, y su retama
se alza en dorado vuelo, mientras arde,
al fresco soplo, en limpidez de fuente,
la profunda quietud del Guadarrama,
lento de mariposas, por la tarde.
Por donde van las águilas
Una luz vehemente y oscura, de tormenta,
flota sobre las cumbres del alto Guadarrama,
por donde van las águilas. La tarde baja, lenta,
por los senderos verdes, calientes de retama.
Entre las piedras brilla la lumbre soñolienta
del sol oculto y frío. La luz, de rama en rama,
como el vuelo de un pájaro, tras la sombra se ahuyenta.
Bruscamente, el silencio crece como una llama.
Tengo miedo. Levanto los ojos. Dios azota
mi corazón. El vaho de la nieve se enfría
lo mismo que un recuerdo. Sobre los montes flota
la paz, y el alma sueña su propia lejanía.
Una luz vehemente desde mi sueño brota
hacia el amor. La tarde duerme a mis pies, sombría.

Águila imperial en pleno vuelo.
En estos poemas hemos visto como domina la composición clásica del soneto, ya sea con versos alejandrinos de catorce sílabas, o con versos endecasílabos. Quizá sea el soneto la estructura poética más compleja, por ello, nos despedimos con la poesía de Panero más opuesta a los sonetos, su poesía más libre.
A un pino del Guadarrama
Mi vano afán persigue
un algo entre los bosques.
Luis Cernuda
Alto pino dorado,
cumbre rota del viento,
mojando tus raíces
cerca del cauce seco,
entre las piedras frías
del Guadarrama yerto.
Aún tus ramas conservan
la memoria y el vuelo
de las hondas nevadas
y los blancos inviernos,
de las crudas ventiscas
y los aires desiertos
que las cimas desatan
en anchura de espliego
hacia el gris horizonte
resbalado en el suelo.
Alto pino que brotas
sobre el vasto silencio
de la cumbre desnuda
por donde cruza el eco
impasible del águila
tras el azul sereno
de la mañana virgen
íntima de romero.
Alto pino dorado,
fino, fragante, trémulo
de sombra y de pureza,
solitario y derecho
pino de la montaña,
cerca de Dios y lejos
de la costumbre humana,
en el fanal envuelto
de la nieve más pura,
de la nieve del puerto.

Pinos centenarios de Guadarrama.
Desde la cumbre intacta
junto a la luz naciendo,
tiembla por las laderas
el verdor casi negro
de las hayas remotas
y los lueñes abetos
que al borde de los montes
juntan su movimiento
como en la mar en calma
las olas y los cielos.
Alto pino que creces,
alto como el deseo,
sobre la rota hondura
de los barrancos muertos
donde al callar se oye
el rumor de un perpetuo
manantial, de un sigilo
derramado y espeso,
de una sed que deshace
gota a gota el nevero
en pureza y olvido
imposible y secreto,
en aroma y en agua
de continuo desvelo.
Contra el alzado tronco
de tu frescor somero
la sombra se desprende
del mediodía lento,
dulce com una isla
que el agua va ciñendo
de levedad, de nieve,
de limpio azul intenso,
en desnudez de rocas
y sol: el aire terso
parece rodearte
diáfanamente ciego,
y en su avidez palpita
como marino aliento
la bruma remansada
en los oscuros senos
de la montaña, y sube
hasta ti, como un beso
de la Sierra que duerme,
dulcemente,el sosiego.
La ignorancia profunda
del corazón es eso:
brisa y luz, agua y roca,
transparencia a lo inmenso
tras de las altas cruces
del pardo cementerio
donde reposa todo
quedamente, y son huesos
las flores, tierra joven
mezclada a Dios, durmiendo.

Pino de la Cadena.
Mecido por tu fronda,
que me empapa de céfiro,
se derrama en mi sangre
la nitidez que siento.
La distancia golpea
mi corazón entero
con el rumor del agua
matinal, con lo abierto,
con lo azul, con lo grande,
con lo alegre y lo quieto
que cae de peña en peña
levemente crujiendo.
En el espacio claro
de las cañadas veo
el color de los pinos
cambiar al sol ligero,
maravillosamente
hundido en verde tierno
hasta la azul penumbra
que enrama los helechos.
Alto pino dorado,
alto aroma sin dueño
en orilla infinita
contra los grises cerros,
contra los anchos llanos,
contra los muros yermos,
cárdenos de mañana,
cárdenos al sol puesto,
mientras la luz en ondas
se derrama latiendo
en su propio descanso
como el hombre en el sueño.

Pinos Plateados del Valle de la Hilera. (Foto: Ayto. Guadarrama).
El tomillo y la salvia,
el verdor del enebro,
el benjuí de la cumbre,
la fragancia del fuego
en la flor amarilla
de los piornos resecos,
hondamente remejen
la humedad y el ensueño
que la Sierra a tus plantas
desparrama en violento
perfume de tristeza,
de amor, de sed, de tiempo.
Alto pino dorado,
alto, dorado, recto
pino del Guadarrama,
solitario en el cierzo
de la mañana limpia,
trémula en el recuerdo.
Lentamente en la tarde
la luz es como un velo
de quietud, como un agua
que se queda cayendo
tras el rumor solemne
del campo y los senderos:
y en la vertiente fría
se nos va deshaciendo,
a ti la sombra vana
y a mí mi pensamiento;
a ti la gracia frágil
de tu verdor esbelto,
y a mí dentro del alma,
dentro del alma, dentro,
donde la savia se rompe,
no sé qué dulce y viejo
dolor, no sé qué dulce
fragancia de algo eterno.
Y en la estrellada noche
que el sideral anhelo
de las cumbres levanta
como si todo el peso
del mundo se quedara
tenuemente suspenso
de tus ramas, ¡oh pino
de Peñalara!, tiemblo,
tiemblo en mi sangre rota,
mana de amor mi pecho,
crece de aroma y nieve,
tiembla desde el misterio
mi corazón, y escucho
de algo lejano y cierto
el rumor, el ramaje,
el crujir verdadero,
la soledad del bosque,
mi soledad, y rezo.