Chatarrero accidental

La Guerra Civil dejó un país desolado. Salir de la nada fue una labor ímproba que afrontaron nuestros mayores, valiéndose de maña y enormes dosis de imaginación

`El Baúl´
Jesús Vázquez Ortega

Sin oficio ni beneficio, nada que perder y mucho que ganar, hay que superar esta mala época que nos han traído. Hierro, cobre o latón, cualquier pieza metálica vale para cobrar unos céntimos, cuanto más pese la mortera, mayor será la recompensa. Andar día a día por los campos de batalla, hoy silenciosos, donde tantos encontraron la muerte y ahora otros buscan recuperar una vida.

Los pueblos serranos fueron pasto de la guerra, y la guerra dejó en forma de chatarra un nuevo medio de tirar hacia delante. Muchos fueron quienes aprovecharon esta singular forma de hacer negocio, arramblando con cascotes y quincallas para venderlo a buen precio, colaborando sin saberlo a la recuperación económica de un país desgajado.

Las escasas alternativas que ofrecía aquella sociedad de posguerra, dieron origen a nuevos modos de vida, en su mayoría enfocados a la recuperación de materiales diversos, desde metales a trapos, pasando por madera, papel o cristal, cualquier resto susceptible de reutilizarse era recogido y guardado para su posterior venta a mayoristas. Así, miles de familias salieron poco a poco de la miseria tras el cese del conflicto, superando con dificultades los retos cotidianos a los que debían hacer frente.

El entorno guadarrameño no fue una excepción, la gente se echó al monte para aprovechar pedazos de proyectil, acopiar cualquier fragmento bélico o desarmar las alambradas que tiempo después continuaban en pie.

Historia de…

Isidro, a la sazón joven de carácter inquieto, fue desmovilizado tras batallar en varios frentes durante la guerra. No combatió con los suyos pero tampoco sentía odio hacia los otros, se limitó a capear el temporal viajando en convoyes militares hasta que la pesadilla finalizó.

De vuelta a casa, hubo de echar una mano para sacar del más absoluto desamparo a su madre y tres hermanos menores. Cada alborada salía de casa morral en ristre para coger las metrallas que tiempo atrás amenazaron su vida, remontando las trochas serranas, allí encontraba lo suficiente como para asegurar un sustento digno a los suyos.

Durante meses repitió una y otra vez estas excursiones por crestas y collados rebuscando herencias de la guerra, la penuria era tan generalizada que en ocasiones llegó a las manos con los del pueblo aledaño por repartirse el preciado botín, incluso sufrió robos del almacén montuno donde guardaba restos que por su volumen no podía bajar de una tacada.

Transcurrido un tiempo, Isidro pudo ahorrar lo suficiente como para montar una pequeña panadería y olvidarse de aquellas interminables caminatas que dejaron maltrecha su espalda debido a los excesos de peso. Este trabajo eventual, no estuvo exento de peligros, ni fue un camino de rosas entre proyectiles y granadas.

La manipulación negligente de esos artefactos por algún temerario, produjo lamentables accidentes con causa de muerte o grave lesión, a pesar de las tajantes normas dictadas por el ejército de no tocar nada por inocente que se mostrara, nuestro hombre perdió a su amigo Roque en un segundo fatal. En nuestra sierra 18 personas murieron en la década de los 40 por esta circunstancia.

Adiós a las armas

Ya entrados los sesenta, la industria repuntó abandonando los años duros, los tiempos difíciles se fueron superando, y las oportunidades de trabajo comenzaban a alumbrar un futuro cuando menos esperanzador, los pocos que todavía deambulaban monte arriba, se fueron retirando paulatinamente, pues el filón se agotaba y los precios descendían, ya no merecía la pena caminar largas jornadas para bajar poca carga.

Muchos Isidros consiguieron remontar el vuelo a costa de esta ocupación eventual, trabajando con tesón en una época complicada que frenó el desarrollo nacional, catapultándolo hacia atrás en el tiempo.

En unos días se cumplirán 75 años de aquel desastre que sólo dejó perdedores, en estos momentos grises que actualmente vivimos, sería bueno hacer un ejercicio de reflexión y pensar que el mañana nos traerá algo mejor, si somos capaces de unirnos ante la adversidad.

Dedicado a todos aquellos que están indignados.

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