¿Una ‘hoja de ruta’ contra el cambio climático?


A pesar de las muchas convenciones celebradas, no se han adoptado aún las medidas que frenen la transformación que sufre el clima del planeta

Opinión de El Guadarramista
Por Jonathan Gil Muñoz (Director)
La reciente noticia sobre la lenta pero constante recuperación de la capa de ozono es una de las mejores buenas nuevas que hemos conocido relacionada con la conservación de nuestro planeta. Aunque todavía restan cuatro décadas, más o menos, para que el agujero que originó la sociedad moderna se cierre por completo, representa una luz al final del camino. Un poderoso ejemplo de que, si la humanidad quiere, se pueden revertir situaciones que parecían el germen del apocalipsis.

Todas las medidas que se pusieron en marcha, todas las prohibiciones que se impusieron a nivel mundial y, sobre todo, la rápida acción tras el impacto creado por la alarma dada por la comunidad científica, están detrás de la recuperación de la capa de ozono en los polos. A la vista de esto, ¿por qué no ha ocurrido lo mismo con el cambio climático? ¿Por qué no hemos sido capaces de situarnos en el buen camino para ponerle freno cuando sabemos desde hace décadas lo que está originando y cómo va a ser el futuro? Es la pegunta del millón, como se suele decir, y aún a riesgo de equivocarme voy a poner sobre la mesa una hipótesis que puede a su vez ser parte de un todo mucho mayor.

¿Por qué no hemos sido capaces de situarnos en el buen camino para poner freno al cambio climático cuando sabemos desde hace décadas lo que está originando? 

Puede que la respuesta se encuentre en que la industria que estaba detrás de los gases responsables del agujero en la capa de ozono no fuera ni de lejos tan omnipotente como sí lo es el lobby de los combustibles fósiles. No cabe duda de que es simplificar mucho la problemática subyacente, pero sin duda que los tiros también van por ahí. De hecho, también hemos leído en algunos medios de comunicación que una de las más importantes petroleras del mundo, vamos a dejar que el lector haga la pertinente investigación, ya conocía los devastadores efectos que sobre el clima y el planeta iban a tener los gases de efecto invernadero.

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Esos mismos efluvios tóxicos para la salud del planeta (y para nosotros mismos, claro está) se siguen liberando a la atmósfera día y noche en infinidad de puntos repartidos por todo el planeta sin que aún hayamos sido capaces no de darnos cuenta de que tenemos un problema con el continuo aumento de las temperaturas, sino de que puede acabar con todo lo que conocemos y amamos. Como amante de las historias sobre distópicas y postapocalípticas, no creo, si no se remedia, que la cosa sea muy diferente dentro de uno o dos siglos si no nos enfrentamos al problema. Un mundo en el que, sin ningún género de duda, el ‘oro’ será el agua potable.

Pero una cosa más antes para terminar y que ya hemos apuntado aquí antes: la verdadera responsabilidad de lo que acontece es de los gobiernos de las naciones del mundo, no de la ciudadanía, mucho más concienciada de forma general que los que nos gobiernan (o desgobiernan) que con su cerrazón nos llevan al precipicio.

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