Más trenes y ovejas, por favor

La ampliación del tren marca la agenda en Torrelodones.
Dos elementos imprescindibles para un mundo rural herido de muerte que asiste a una constante pérdida de oportunidades 

Opinión de El Guadarramista
Por Jonathan Gil Muñoz (Director)
Recientemente hemos visto cómo el mundo rural se ha plantado en la ciudad de Madrid para reclamar, tanto al Estado como a las Comunidades Autónomas, más atención con el objetivo de poner en marcha las medidas oportunas para solucionar, o por lo menos hacer frente, a dos de los grandes problemas a los que se enfrenta desde hace ya años.

Por un lado, cientos de ciudadanos pancarta en mano, han denunciado la paulatina desaparición del tren y, por otra parte, otras tantas personas han acompañado a su paso por Madrid al ya famoso rebaño de ovejas trashumante, sirviendo como perfecta percha para, además de atraer a un gran número de curiosos, alertar una vez más sobre la paulatina desaparición de la práctica de la trashumancia en España, con todo lo que eso conlleva. Es decir, dos cuestiones con una clara dimensión medioambiental y social de gran calado que de no solucionarse de forma inmediata pueden agravar el problema de la ‘España vaciada’ del que ya hemos hablado aquí en más de una ocasión.

«La desaparición del tren y la trashumancia son dos cuestiones con una clara dimensión medioambiental y social de gran calado»

Empecemos por el tema del tren. Muchos pueblos que hasta no hace muchos años tenían su servicio de tren han visto cómo con el paso del tiempo se reducía el número de trenes que hacían parada en su estación hasta llegar, en no pocos casos, a cerrarse directamente la estación de tren. Este medio de transporte, además de ser hoy por hoy el que menos emisiones de gases de efecto invernadero supone por pasajero, es también un vertebrador del territorio, siendo como un hilo conductor entre el medio rural y las grandes ciudades. Al dejar de prestarse en infinidad de municipios, además de hacerse más grande la brecha entre el pueblo y la gran urbe, se está empujando también en gran medida a que se apueste por uso del vehículo privado, con lo que esto implica: más contaminación del aire, más atascos, más ruido en las ciudades…

Por Somosierra con el rebaño de Jesús Garzón.

Ahora, nos vamos al asunto de la trashumancia. Ecológicamente, esta técnica ancestral de manejo del ganado es enormemente beneficiosa ya que los animales dispersan las semillas de cientos de especies vegetales, además de abonar al mismo tiempo el suelo por el que pasan. Además de fijar empleo en el mundo rural, mientras exista la trashumancia seguirán existiendo las vías pecuarias de nuestro país, así de claro. A medida que se ha ido perdiendo esta tradición, hemos asistido a una lenta pero constante degradación del entramado de vías pecuarias debido a su ocupación ilegal, por ejemplo. Un bien de interés cultural la trashumancia con unas ramificaciones medioambientales y sociales que como raíces se hunde hasta lo más profundo del mundo rural.

«Ecológicamente, la trashumancia, una técnica ancestral de manejo del ganado, es enormemente beneficiosa»

¿Soluciones para estos dos problemas? Hay una cosa clara, si en el campo hay trabajo de calidad, ya se habrá avanzado mucho. Si seguimos pensando que las ciudades son las que hacen un país y los planes de inversión van por ese camino, puede perderse todo. Nuestros pueblos, nuestro campo, no sólo debe ser una opción para la escapada de turno, debe ser un espacio en el que también existan oportunidades, igual que en las saturadas ciudades en las que vivimos. Si esto no lo interiorizamos y si los urbanitas no sentimos empatía por nuestros vecinos del campo, poco se podrá hacer.

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