La visión de la Sierra (II). Pío Baroja

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En ‘Camino de perfección’, el protagonista camina por Rascafría y Cotos, entre otros lugares, durante su peregrinación existencial

Milenaria
Por Jaime Sanz Burdiel

Pió Baroja (San Sebastián 1872-Madrid 1956) es otro ejemplo de la visión que tenían los literatos del siglo XIX, incluyendo la Generación del 98 a la que perteneció el mismo Baroja, de la Sierra del Guadarrama; ya sea como los casos “grandioso horizonte”, “azul purísimo” o “mancha de acuarela” que vimos en Galdós en el artículo anterior. La visión en general es asombrosamente parecida.

Pio Baroja.

El autor de origen vasco fue médico rural en Guipúzcoa durante poco tiempo, conoce gran parte de España y residió mucho tiempo en Madrid. Sus grandes obras son Zalacaín el aventurero (1908), la trilogía de La lucha por la vida (1904), El árbol de la ciencia (1911), etc. En este artículo nos centraremos en la novela Camino de perfección, escrita en 1902 al igual que La voluntad de Azorín y Amor y pedagogía de Unamuno, lo cual impulsó con gran fuerza el espíritu de esta Generación del 98.

“En este artículo nos centraremos en la novela ‘Camino de perfección’

En Camino de perfección el protagonista Fernando Ossorio huye constantemente de cualquier sitio, comienza una especie de peregrinación para encontrar algo de sentido a cuestiones del existencialismo que le atormenta. Esta huida transcurre en parte por la Sierra del Guadarrama durante buena parte de la novela, el autor escribe: “la sierra se destacaba como una mancha azul violácea, en la faja de horizonte cercana al suelo, que era de una amarillez de ópalo, y sobre aquella ancha lista opalina, en aquel fondo de místico retablo”. Y si ya en 1902 Baroja decía a continuación esto de la ciudad, no sé qué diría ahora; “Hacia la ciudad, el humo de unas fábricas, manchaba el cielo azul, infinito, inmaculado”.

Monasterio de El Paular.La descripción sigue de manera muy poética “Al ocultarse el sol se hizo más violácea la muralla de la sierra; aún iluminaban los últimos rayos un pico lejano del poniente y las demás montañas quedaban envueltas en una broma rosada y espléndida, de carmín y de oro, que parecía arrancada de alguna apoteosis de Ticiano.” A continuación el protagonista Fernando Ossorio llega a Rascafría: “después de algunas de andar a caballo se encontró en Rascafría, un pueblo que le pareció muy agradable, con arroyos espumosos que lo cruzaban por todos sitios (…) Luego de echar un vistazo por el pueblo tomó el camino del Paular

“La descripción sigue de manera muy poética “Al ocultarse el sol se hizo más violácea la muralla de la sierra

Paraje especialmente hermoso por el que transcurría Fernando Osorio, y como pueden comprobar, las descripciones se asemejan bastante a las de Galdós y a sus contemporáneos cuando ven la Sierra del Guadarrama como “mancha de azul violácea o “mancha de acuarela”. Y es que aunque sobre gustos no hay nada escrito, seguro que todos están de acuerdo en las palabras que pronuncia el protagonista de la novela, que pueden recordar a las de Ramón Villaamil: “-¡Condenada Naturaleza! –murmuró Ossorio-. ¡Es siempre hermosa!

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