Al romper el alba: paseo nostálgico por la herencia judía de Segovia

La Sinagoga Mayor o Sinagoga del Corpus Christi.

Corre el año 1492. Con la toma de Granada se ha puesto fin a la Reconquista tras ocho siglos de guerra

`El Baúl´
Mercedes Bravo/Jesús Vázquez Ortega

Isabel y Fernando han unido sus reinos bajo la señal de la Cruz y se alzan como los Reyes Católicos. Una mañana cualquiera, al amanecer, frente al cementerio hebreo, surge como un navío pétreo la silueta de la ciudad de Segovia. El rumor del río Clamores rompe el silencio del alba. Han transcurrido dos días desde que varias familias judías abandonaron sus hogares, dirigiéndose a la desesperada hacia la necrópolis donde descansan sus ancestros. 

Judería Vieja de Segovia.El Consejo de Ancianos ha acordado enviar un emisario a los monarcas para solicitar una prórroga a su partida del Reino de Castilla. Con esta excusa histórica podría comenzar un itinerario por el barrio judío de Segovia, una zona relativamente desconocida en una ciudad en la que el Acueducto, el Alcázar o la catedral gótica  acaparan el interés del visitante. Un recorrido atractivo no sólo por lo que se puede ver, la Sinagoga Mayor, la Judería Vieja, Santa Ana o el Rastrillo sino por la carga cultural que esconden.

Pero no siempre el colectivo judaico se concentró en la zona sur de la urbe. De hecho, ya en el siglo XIII existían referencias de la expansión por la ciudad y su vida análoga a la de los cristianos, hasta que en los inicios del  XV, la tensa convivencia les obliga a concentrarse bajo unas medidas muy restrictivas.

Un recorrido atractivo no sólo por lo que se puede ver sino por la carga cultural que esconden

La aljama segoviana fue una de las más prósperas y pobladas del centro peninsular.  La mayoría de las casas- decoradas con esgrafiado- eran de unos 40 m2 de planta, con dos o tres plantas y un pequeño corral o jardín. Las paredes exteriores eran de mampostería, madera y ladrillo que todavía podemos ver en la Calle Almazara o en la Plaza del Rastrillo.

Inicio del camino que trascurre por el cementerio judío.Se conoce la existencia de servicios comunales: dos talmud Torá o escuelas religiosas, hornos, dos carnicerías, un matadero y cinco sinagogas. De la mayoría no quedan restos, pero aún se puede disfrutar visitando la primera Sinagoga Mayor, la Casa-Palacio Abraham Senneor o la Casa del Sol, actual Museo Provincial, que eran  degolladero y carnicería.

El recorrido podría terminar en el cementerio, en el paraje llamado el “Pinarillo”, que está a extramuros pero cercano a la aljama. Como en los entierros, podemos salir por la Puerta de San Andrés y cruzar el Puente de la Estrella. Todo judío, excepto los excomulgados, era enterrado allí, sin distinción alguna.

A la espera de «sentencia» en el cementerio

Allí lo mejor es cerrar los ojos y volver a recordar el principio del fin, el momento en el que los judíos, con el acta de expulsión de España ya firmada, se arremolinan en su camposanto a la espera del éxodo. Una figura enfundada en una larga capa camina vigilante entre las lápidas, pues temen sufrir hurtos o ataques por fanáticos religiosos. Es verdad que, siendo “servis regis”, están todavía bajo la protección directa de la Corona.

Los enfermos y los niños duermen en alguna de las cuevas para resguardarse del frío de la noche y de la humedad que asciende del río. Algunos ancianos se han negado a lo que afirman ha sido la profanación del descanso de los muertos y acampan a escasos metros de la entrada del cementerio. Pronto empieza la actividad entre las familias, las mujeres asisten a los niños y viejos,  reparten comida cumpliendo con las estrictas normas kasher. Cuentan con carne salada sacrificada en el matadero, pan ácimo, algunas verduras. Se cuidan muy mucho de no mezclar lácteos con carne utilizando vajillas y cubiertos diferentes.

Sepultura judía en el "Pinarillo".Los chiquillos varones se agrupan en torno al maestro y repasan los versículos de Torá. Los  adultos se retiran a rezar la oración del alba, Shajarit. Se cubren la cabeza con el manto colocándose las filasterias -pequeñas cajas que contienen pasajes del Torá- en la frente y el brazo izquierdo. Dirigen su mirada al Este, hacia Jerusalén. Unas mujeres se les unen en el rezo del kadish, el rezo por los difuntos: “(…)Él que establece la armonía en sus alturas, nos dé con sus piedades paz a nosotros y a todo el pueblo de Israel, y decid: Amén.”

Se cubren la cabeza con el manto colocándose las filasterias en la frente y el brazo izquierdo

El vigía mira al horizonte y, mientras escucha el murmullo de la oración Amâda, repasa la aljama que hasta ayer fue su hogar. Al contemplar la muralla y la Puerta de San Andrés, no le cuesta imaginarse yendo a su taller de alfarería, saludando al herrero Juçef Biton, al pasar cerca de la Sinagoga del Campo. Incluso cruzándose con Abraham Seneor, juez mayor de las aljamas judías de Castilla.

Detalle de la sinagoga de los Ibáñez, en Segovia. (Foto: Turismo de Segovia).Tras varias jornadas de tensa espera, obtendrán el permiso de los Reyes para partir sin castigo. Estas familias iniciarán un largo periplo hasta recalar en el Imperio Turco donde conservarán su religión, sus costumbres. Aunque hubo conversiones como la de Abraham Seneor- apadrinado en su bautizo en el monasterio de Guadalupe por los propios Reyes- la mayoría de los judíos de la aljama segoviana se decantaron por el exilio. Antes de marchar, desde el cementerio, podían contemplar la espléndida vista de la Aljama, la herencia judía.

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