La guardiana de hermosos cabellos de oro

Ni dragones ni monstruos, en las leyendas serranas los tesoros son custodiados por bellas mujeres

`De leyenda´
Por Rosa Alonso

Nos dice la experiencia que aquel que sueñe con encontrar un tesoro debe temer siempre dos peligros: ser objeto de alguna maldición y el enfrentamiento con el guardián del mismo. En la leyenda de este mes, una inocente niña, de inacabables cabellos del color del Sol, custodia grandes riquezas escondidas en una cueva. Como en cualquier historia, uno no se debe fiar de las apariencias. 

La oquedad que oculta el tesoro se encuentra en el Cancho de Mondalindo, en la villa de Bustarviejo, población situada en las faldas de la Sierra de Guadarrama y que toma su nombre de la cría de bueyes, práctica frecuente en la zona durante muchos años. Actualmente, el municipio cuenta con más de 1.200 habitantes y se extiende a lo largo de unos 50 km2.

La niña mora de rubia melena 

Al igual que en otras leyendas, la protagonista de esta historia murió de pena. A su padre, mercader inmensamente rico, le fue anunciada su temprana muerte el día en el que le negó limosna a una bruja local. Fallecida su esposa, su herencia pasaría a su única hija, demasiado pequeña y frágil para conservarla mucho tiempo. Ante la idea de no encontrarle esposo antes de su marcha, planeó esconder sus posesiones en algún lugar de la zona. Esa misma noche, cargó en brazos a su hija hasta la gruta y la maniató a un saliente de su interior, pensando que sus gritos ahuyentarían a cualquier merodeador.

El mercader llevó a su hija hasta la gruta y la maniató a un saliente de su interior

Con la luz del sol, la pequeña despertó y, viéndose prisionera y sola, lloró hasta que no tuvo lágrimas. Cada una de las gotas saladas tiñó su pelo de color azabache hasta transformarlo en puro oro, convirtiendo la belleza de la niña en atrayente artimaña. Al llegar de nuevo la oscuridad, la chiquilla sucumbió a la tristeza, aunque decidió custodiar aquello que legítimamente le pertenecía.

Desde entonces, cuando algún extraño se acerca al lugar, la muchacha, de la que nadie desconfía, engatusa al incauto y le conduce hasta un profundo pozo al que le arroja sin contemplación.

El día de San Juan

Un día al año, coincidiendo con la fecha de su secuestro, la guardiana abandona por unas horas su tesoro. Cada 24 de junio, la pequeña desciende por la montaña hasta los pies de la Fuente Fría, donde nace el río Mondalindo. Allí, lava, peina y mima sus cabellos para que continúen dorados toda la eternidad. Aquel que quiera probar suerte y alcanzar el tesoro sólo debe esperar a la fecha propicia. Mucha suerte al osado que lo intente.

“Mondalindo, lindo, lindo, quien te vea te desea;

quién cogiera la moneda que debajo de ti queda”.

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