La tradición popular de los pueblos del Guadarrama ha intentado explicar las sugerentes formas de sus cimas
`De leyenda´ Por Rosa AlonsoLa cumbre más alta de La Peñota, en plena Sierra de Guadarrama, muestra en su cara sur una formación rocosa que recuerda al remate de un sombrero. Es el tricornio del ermitaño que murió de mal de amores, causado por una bella molinera.
El pueblo de Los Molinos toma su nombre de la media docena de molinos de agua que poblaron la localidad serrana a mediados del siglo XVI. En uno de ellos, se desarrolló una de tantas historias de amor no correspondido, que terminó con un final infeliz.
La bella hacedora de pan
La hermosa mujer del molinero trabajaba afanosamente convirtiendo la harina preparada por su esposo en pan. Además, era la encargada de su venta, atrayendo con su amplia sonrisa a los vecinos del pueblo. Uno de ellos, no pudo evitar enamorarse de la amable joven, regresando con frecuencia en busca de alguna hogaza adicional.
El hombre, coronado por un sombrero de tres picos, era un gran conocedor de los parajes del Guadarrama y se proveía de magníficos ejemplares de caza con los que resistía el invierno, permaneciendo oculto en el espeso bosque de la zona. Los jabalíes, las liebres, los zorros y las perdices, conformaban su alimento principal todo el año, siendo los piñones, las setas y los níscalos sus productos de temporada más codiciados.
Su rostro y sus andares delataban a un ermitaño poco acostumbrado al trato humano. Además, rara vez levantaba la cabeza más allá de un par de centímetros por encima del cuello de su abrigo. Nadie le había visto el rostro completo jamás; ni siquiera la molinera, pues recogía el pan de sus manos resguardado por un sombrero calado.
El cuerpo se convierte en piedra
Pero los hombres, por muy fría apariencia que muestren, enamorados se convierten en héroes y provocan a lo que tácitamente está prohibido. Un atardecer tormentoso de primavera, el cazador se acercó decido a su amada con la intención de declararle su amor. En ese momento, un rayo cayó cerca del hogar, provocando la sorpresa del hombre, que dejó caer su gorro en un descuido. La joven, ante la visión de su rostro, comenzó a chillar muerta de miedo.
El ermitaño, roto de dolor ante su reacción, corrió montaña arriba y desapareció de la vista. Los rayos y truenos se sucedieron durante toda la noche y un aullido, casi humano, quedó disfrazado por el atronador ruido del cielo. A la mañana siguiente, los vecinos, alertados por la molinera, salieron en su búsqueda que, en vano, sólo encontraron una roca similar al gorro del cazador.
Se desconoce qué vio la molinera en el rostro del hombre, pero se sabe que aquella noche un alma rota se transformó en piedra.