Es bien sabido que entre todas las especies de la fauna salvaje del hemisferio norte ninguna ha tenido para el hombre un componente mítico y emocional tan marcado como el lobo. Ha sido objeto de fabulaciones y leyendas en muchas culturas desde la más remota antigüedad.
Y es que el mito ancestral del depredador más temido por el hombre en todos los tiempos parece hoy resurgir con fuerza a causa de las tensiones sociales que está motivando la expansión de sus poblaciones tras su casi total desaparición en los países más desarrollados, extinción de la que se libró in extremis al refugiarse las últimas manadas en las montañas más apartadas hasta que el reciente y pujante movimiento conservacionista le ha otorgado una última oportunidad de supervivencia.
Así ha ocurrido en Estados Unidos, donde el lobo gris, tras su desaparición en los albores de la década de los 30 del pasado siglo, vuelve a poblar el Parque Nacional de Yellowstone y otras zonas de las Montañas Rocosas, lo que está siendo causa de serios conflictos y agrios debates políticos. Lo mismo ha ocurrido en Francia, que vio desaparecer sus últimos lobos alrededor de 1925, y en donde algunos ejemplares procedentes de los Apeninos italianos se establecieron en 1992 en el Parque Nacional del Mercantour, en los Alpes Marítimos.
Después de años de ataques al ganado, el gobierno francés ha tenido que crear una comisión parlamentaria para intentar poner paz entre los ganaderos de ovino, un sector que ha perdido la mitad de las explotaciones en veinte años, y las asociaciones ecologistas, que han recogido miles de firmas en defensa del lobo.
Otro claro ejemplo lo encontramos en Alemania, donde el lobo desapareció hacia 1860, y que hoy cuenta con algunas manadas repartidas por los estados de Hesse y Baja Sajonia tras la aparición en 1998 de unos pocos ejemplares procedentes de Polonia. Contra todas las previsiones, aquí el lobo se está extendiendo a través de una de las redes de carreteras y autovías más densas del mundo, llegando incluso a transitar por los bosques que rodean la ciudad de Berlín.
Nuestro país, por supuesto, no ha sido ajeno a la generalizada expansión de la especie ni tampoco a los conflictos que ésta trae siempre consigo. Considerado en España hasta hace apenas cuarenta años como una dañina alimaña, por cuyo exterminio la administración del Estado concedía premios en metálico.
El cambio de sensibilidad hacia el lobo se produjo gracias a la labor divulgativa impagable de Félix Rodríguez de la Fuente, que logró que la Ley de Caza de 1970 lo librara de esta mísera condición y lo catalogara como especie cinegética, y a la atención científica de varios naturalistas pioneros que orientaron sus trabajos en el mismo sentido, como José Antonio Valverde, Jesús Garzón, Ramón Grande del Brío, Carlos Sanz y algunos otros.
Artículo completo: El lobo en el Guadarrama: el retorno de un mito
Una respuesta a “El lobo en el Guadarrama: el retorno de un mito”