Palomas urbanitas


En nuestros pueblos y ciudades es fácil observar tres especies diferentes de colúmbidas algo en lo que pocas veces reparamos en nuestra rutina diaria 

Opinión de El Guadarramista
Por Jonathan Gil Muñoz (Director)
Algo tan cotidiano como sentarnos en un banco en cualquiera de nuestros parques públicos nos puede deparar una interesante sesión naturalista. Además de las aves autóctonas propias de estos espacios, como los gorriones, los mirlos, etc., también son moradores habituales de estos lugares especies que han llegado para quedarse, como las cotorras argentinas, de las que hemos hablado aquí. Pero también se dejan ver otros pájaros que llevamos observando desde hace muchos años si bien en su día fueron unos perfectos desconocidos o, directamente, unos recién llegados.

«Algo tan cotidiano como sentarnos en un parque público nos puede deparar una interesante sesión naturalista«

Fijémonos en nuestras palomas. En un jardín público cualquiera podemos observar hasta tres especies diferentes de palomas. Por un lado tenemos la bravía, la que todos tenemos en la cabeza ahora mismo (ojo, originaria del sur de Eurasia y del norte de África), pero junto a esta, es muy frecuente que entren en escena otras dos especies con las que está emparentada. Por un lado tenemos la paloma torcaz. Su gran tamaño, plumaje grisáceo y unas manchas blancas en el cuello y alas son sus principales señas de identidad.

Paloma torcaz. Foto: LPLT.

En este caso, no estamos ante una especie que haya colonizado recientemente la península ibérica, pero sí que es cierto que hasta hace relativamente poco tiempo, no era ni mucho menos tan común como ahora en los entornos urbanos y suburbanos. Yo de pequeño no recuerdo haberlas visto nunca en los parques de Madrid, por ejemplo. Aunque es una residente permanente en la península ibérica, sus poblaciones europeas buscan en nuestras latitudes un clima más suave donde pasar el invierno. De modo que en nuestro país encontramos tanto palomas torcaces nacidas aquí como llegadas de infinidad de puntos del viejo continente.

«La paloma torcaz, hasta hace relativamente poco tiempo, no era ni mucho menos tan común como ahora»

Al contrario que la paloma torcaz, la tórtola turca sí que es una recién llegada en toda regla. Estamos ante una variedad de paloma que protagoniza una de las expansiones territoriales más espectaculares que se han podido registrar en el siglo XX. Con un tamaño muy similar al de la paloma bravía, la tórtola turca es originaria del sur de Asia. A finales del siglo XIX se detectó en Bulgaria y desde entonces no ha dejado de colonizar nuevos territorios.

Tórtola turca. Foto: DickDaniels.

A España llegó en los años 60 del siglo pasado, desembarcando primero en Asturias, desde entonces no ha dejado de medrar, estando presente en nuestros días en toda la península ibérica, llegando también a Canarias y Baleares, sintiéndose cómoda tanto en ambientes rurales como urbanos. De hecho, no tiene que enfrentare a prácticamente ninguna amenaza, por lo que su expansión sigue en curso. Ya nos hemos acostumbrado tanto a su presencia que la damos por una especie que siempre ha estado a nuestro lado, pero no es así. A mí lo que más me gusta de la tórtola turca es lo esbelta que es, y ese collar negro que luce en su cuello.

«La tórtola turca llegó a España en los años 60 del siglo pasado, desembarcando primero en Asturias«

La Naturaleza no deja de darnos lecciones en los lugares más insospechados. Así, en cualquier parque urbano podemos ser testigos de cómo algunas especies silvestres son capaces de adaptarse a vivir en nuestras urbes y otras de aprovechar la situación para iniciar una rápida expansión que parece no tener fin. Sin embargo, hay un nutrido grupo de especies, hasta ahora también urbanitas, que están sufriendo lo indecible debido a los continuos cambios a las que les sometemos sin ser muchas veces conscientes.

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