Federico Balart, el poeta de los tesoros históricos y naturales del Guadarrama


Balart canta la belleza pétrea del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial a la vez que retrata en sus composiciones el paisaje serrano 

Milenaria
Por Jaime Sanz Burdiel
El poeta decimonónico Federico Balart (Murcia, 1831 – Madrid, 1905), de corte romántico, nos describe un Monasterio de San Lorenzo de El Escorial antaño glorioso y reflejo de grandeza, aún símbolo imponente.

EL ESCORIAL
Una mole de piedra, donde el viento
Ya brama con furor, ya expira lacio;
Un altar de oro y pórfido y topacio
En un templo desnudo de ornamento;

Una tumba de reyes por cimiento,
Y una cruz por corona en el espacio;
Y un convento más grande que un palacio,
Y un palacio más pobre que un convento:

Tal eres, Escorial. Perderse viste,
Sin mellarte, los siglos que pasaron,
Y aun tu poder incólume subsiste;

Aun te elevas donde ellos te dejaron,
Grande, fuerte, severo, grave y triste,
Como el pueblo y el rey que te fundaron.

(Federico Balart, pag. 112, publicado en 1905)

Balart parece adoptar la temática que refleja al imperio español, antaño glorioso, hoy en ruinas. Línea comenzada por escritores ya en el siglo XVII cuando trataron en sus versos el comienzo del declive. Quizá sea el soneto de Quevedo, del que extraemos la primera estrofa, el poema más destacado sobre este tema:

Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes ya desmoronados
de la carrera de la edad cansados
por quien caduca ya su valentía.

Es El Escorial, bien reflejado por Balart, ejemplo perfecto de esta serie de composiciones que nos muestran el declive del imperio.

Cumbres nevadas de la Mujer Muerta, en la Sierra de Guadarrama.

Con el objetivo de agrupar las referencias líricas de Balart al Guadarrama, continuamos con un par extractos de dos bellos poemas suyos: Salutación y Ultra. Ajenos al El Escorial, pero no a su cordillera, Balart mantiene el mismo corte decimonónico romántico que hemos visto en la composición anterior. De Salutación, exponemos los siguientes versos:

valles apacibles,
rígidas montañas,
pinos de sus cumbres, flores de sus faldas:
desde las llanuras
por el sol tostadas,
de aridez cubiertas,
de verdor escasas,
donde Manzanares,
entre arenas pardas,
su raudal mezquino
bebe a Guadarrama.

Finalmente, de Ultra rescatamos unos versos de gran belleza lírica:

Desplegando sus negros pabellones
en fúnebres crespones
va la noche cayendo sobre el mundo;
al hálito invernal de Guadarrama
la niebla, de los valles desprendida,
por los desnudos arboles tendida
cuelga su blanco tul de rama en rama;
y, con rumor de lúgubre misterio,
tan vago que las auras no lo advierten,
sobre mi frente su tristeza vierten
el sauce y el ciprés del cementerio.

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