Fidelidad a los paisajes


El paisaje está entre ciencia y cultura. También es una proyección desde el interior del hombre sobre lo que le rodea 

El Mirador
Por Eduardo Martínez de Pisón, geógrafo y montañista
Contaba Ortega y Gasset que, en un viaje por la Sierra de Guadarrama con Francisco Giner de los Ríos, el gran pedagogo le dijo, citando a una escritora: “-desengáñese usted, con los paisajes ocurre lo que en las posadas de aldea. Cuando llega el viajero y pregunta a la posadera: “¿qué hay de comer?”, la posadera contesta: “señor, lo que usted traiga”. Pues esto es el paisaje, lo que cada cual traiga”.

El paisaje, así, se convierte en ingrediente de la vida; por lo tanto, con él se mantienen relaciones afectivas. De modo que la fidelidad a nosotros mismos necesita, entre otras cosas, la fidelidad al paisaje.

Cuando escribí hace unos años un trabajo sobre la cartografía de Madrid, señalé que un mapa es como una página: se puede leer. Y una colección de mapas es como un libro: tiene unidad, partes, enlaces, estructura y argumento. Y lo que se lee son paisajes: cumbres, valles, pedrizas, montes, ríos, embalses, dehesas, páramos, vegas, sotos, campiñas, jardines, pueblos y áreas urbanas dinámicas y complejas: un pequeño universo que gira dentro de otros más amplios, pero cuya esfera propia tiene en su centro la ciudad, el núcleo denso de Madrid, hacia donde todo gravita.

«La fidelidad a nosotros mismos necesita, entre otras cosas, la fidelidad al paisaje»

No hay aquí tierras inhóspitas ni bosques vírgenes. Aquí, en todas partes hemos puesto pies y manos. Y lo hemos revuelto: por ejemplo, campos entre ciudades, ciudades entre campos, naturaleza entre casas, casas en la naturaleza, lugares muy nobles y muy villanos.

La Pedriza. Foto: Miguel303xm.

Pero no olvidemos que, aunque el territorio es más paisaje que solar, sin embargo, la mucha mayor presión económica del interés por el solar nos puede transportar en corto tiempo, sin mudar de sitio, a paisajes muy distintos, repentinamente desfigurados o rotos. Madrid tiene tantas mudanzas que un sedentario puede ver desfilar panoramas sin cambiar de territorio.

Insistamos en que aquí también residen, entre los paisajes usados tan propios de Madrid, hondos significados de los lugares. Son los rostros de campos, ciudades y naturaleza, configurados por el relieve, los climas y la historia y reconfigurados por las miradas que nos precedieron y nos enseñaron a ver. Sobre estas tierras ha habido sobradas visiones de labradores, serranos y cortesanos, interesadas y desinteresadas, pero son las que requieren la cultura las que permiten su correcta lectura.

«Insistamos en que aquí también residen, entre los paisajes usados tan propios de Madrid, hondos significados de los lugares»

Incluso, no sólo cultura: el problema del paisaje de Madrid es que, más que conocimiento, necesita sobre todo afecto. Mirada amistosa a sierras, valles, rampas, páramos, campiñas, ríos, bosques, matorrales, atochares, descampados, sotos, pueblos, campos, pastos, caminos y hasta a esta ciudad que parece hecha con menos ideas que ladrillos.

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