Periquitos, abrigos de visón y lagartos en New York

Visón americano.Una reflexión sore el importante daño medioambiental que causan las especies exóticas invasoras en los ecosistemas 

el Mirador
Por José Ángel Macho Barragués, naturalista
“Papá cómprame un periquito”, “una ardilla” o “una iguana”, son frases inocentes y tiernas que pueden llegar a tener un efecto desastroso para la fauna salvaje autóctona que vive o intenta malvivir como apenas puede en los últimos reductos de un planeta en aparente decadencia medioambiental, teoría del caos pura y dura.

Hace unos días despertábamos con la horrible noticia de que el visón europeo se encuentra en una situación crítica con apenas unos 500 ejemplares censados en nuestro país. El siguiente paso es analizar el por qué se da esta situación. Pues , en este caso a parte de la destrucción de su hábitat, la contaminación o la presión por parte del hombre, aparece uno de los fundamentos de la ecología, la ocupación del nicho ecológico, a grandes rasgos se trata del lugar que ocupa un conjunto de individuos en un ecosistema.

Visón americano. (Foto: Arturek28).

Visón americano. (Foto: Arturek28).

El visón americano, introducido en Europa para su explotación en granjas con el fin de obtener y comerciar con sus pieles, es un pequeño mamífero de mayor tamaño y voracidad que el visón europeo al que ha ido desplazando, creándose una competencia feroz entre ambos por un mismo espacio y los mismos alimentos, ocupando actualmente ambos el mismo nicho ecológico.

Cada vez son más los daños que ocasiona el abandono y la suelta descontrolada de animales y plantas exóticas, provocando la colonización de nuevos ecosistemas a los que se adaptan rápidamente, donde no encuentran competencia ni depredadores, reproduciéndose sin control, introduciendo enfermedades y convirtiéndose en un potencial peligro medioambiental.

Tristemente este no es el único caso en nuestra fauna ibérica, el apreciado cangrejo de río, los galápagos o los erizos son ejemplos claros en los que la especie invasora ha ido desplazado a la autóctona, arrinconándola y compitiendo de forma voraz con ella por un mismo espacio. Las especies invasoras pueden llegar a causar auténticos desastres ecológicos como el caracol manzana en el delta del Ebro, que está devastando numerosas hectáreas de arrozales, la cotorra argentina en los parques de Madrid, colonizando y reproduciéndose sin control devastando amplias zonas de arboleda, o el mejillón tigre, provocando graves daños en diferentes infraestructuras hidráulicas.

Caracol manzana. Foto: Stijn Ghesquiere.

Caracol manzana. Foto: Stijn Ghesquiere.

Aunque parezca raro, el matiz económico tiene mucho que ver para establecer las leyes que regulan las especies exóticas en este país. La ley vigente se basa en el Real Decreto 630/2013, regulado a su vez de forma independiente por cada autonomía, lo que hace todavía más complejo todo el sistema. En ella se aclara que no todas las especies exóticas son invasoras, ya que para serlo tiene que poder reproducirse con éxito en el medio, amenazando los ecosistemas, las especies autóctonas y produciendo a su vez daños económicos.

Estas leyes tan complejas, provocan situaciones tan ilógicas como que se prohíban las granjas de visones americanos en los lugares donde habita de forma natural el visón europeo, como el norte de España, y sí que esté permitida su implantación en otras comunidades autónomas donde no habita, como si los visones diferenciaran las fronteras que separan las autonomías. Otro ejemplo claro es el de la trucha arcoíris que tanto dinero mueve en los detestables cotos intensivos de pesca, tómbolas en las que se usan cañas como como si fueran escopetas de feria.

El problema es la educación y la incultura popular, ya que los criaderos de trucha arcoíris siempre serán mas económicos que los que se encargan de reproducir nuestra delicada trucha común, debido a que la primera es menos exigente y  tiene un crecimiento mucho mas rápido que la autóctona, salmónido por excelencia de la península Ibérica, que por cierto está en estado critico de conservación.

Tortuga de orejas rojas. Foto: H. Zell.

Tortuga de orejas rojas. Foto: H. Zell.

Un mayor control por parte de las autoridades con los animales que se venden, chips identificativos, estudios previos sobre el riesgo potencial de determinadas especies, una normativa común en todo el país, registro de ventas, multas económicas ejemplares y, sobre todo y lo mas importante, concienciar y educar a los compradores de que los animales no son juguetes que cuando te cansas de ellos los abandonas y te olvidas de ellos, son algunas de las medidas que habría que implantar.

La culpa, en la mayoría de los casos, no es de los vendedores ya que se dedican a vender lo que les deja la ley y son los más controlados por parte de la Administración. Es muy importante concienciar de este problema medioambiental tan de actualidad, tal vez porque si no se consigue educar a las nuevas generaciones llegaremos a tener, como en New York, las alcantarillas llenas de lagartos gigantes abandonados, previamente comprados en centros comerciales como crías para ser animales de compañía.

Los políticos lo celebrarán porque sólo se hablará de esto en los medios y llegados a este punto no se comprarán más lagartos como mascotas, ni cotorras, ni periquitos, ni tortugas de orejas rojas… o a lo mejor sí, porque el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra.

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