Las Cien Perdices de Colmenar Viejo

Durante el enlace matrimonial entre Ana de Mendoza y Don Rodrigo se produjo el `milagro´ de la multiplicación de estas aves

`De leyenda´
Por Rosa Alonso

Más de un siglo después de la adjudicación del tributo de las Cien Perdices a Colmenar Viejo, la boda entre Ana de Mendoza, sexta duquesa del Infantado, y su tío, Don Rodrigo, obligó a adelantar la fecha de entrega de tan curioso impuesto. Aunque el obsequio de las aves galliformes era más un pago simbólico que real, y se adjudicaba a las grandes villas como símbolo de fidelidad al Marqués de Santillana, para Colmenar Viejo supuso el comienzo de una pesadilla.

La celebración del enlace entre tales personajes de la realeza provocó un incremento desproporcionado de los donativos previstos, pues se esperaba que el palacio del Infantado de Guadalajara, lugar de la ceremonia, rebosara de obsequios entregados por todos los pueblos de la comarca.

Diego del Pozo, cura y comisario del Santo Oficio

Ante la premura de la fecha del enlace, fijada para el 20 de enero de 1582, se encomendó la tarea de recopilación de regalos al párroco de la villa de Colmenar Viejo, Diego del Pozo, que era amigo de los contrayentes y disfrutaba de gran reconocimiento en la zona, pues ostentaba a su vez el cargo de comisario del Santo Oficio.

La leyenda da cuenta del número de animales que el sacerdote, finalizado el plazo, pudo coleccionar: cien pares de perdices llegadas desde Manzanares el Real, Galapagar y Miraflores de la Sierra, conocida entonces como Porquerizas, así como Guadarrama. El día de la ceremonia, los invitados disfrutaron de más de 2.000 piezas de caza diferentes, lo que satisfizo sumamente a los contrayentes y desencadenó el llamado `milagro´ de la multiplicación de las aves.

De héroe a villano

Lo que es un hecho, es que las perdices, así como el resto de animales, no aparecieron de la nada, ni hubo tal milagro. Al contrario, la realidad no pudo ser más terrenal: Diego del Pozo llamó a los mejores tramperos de la zona, que no dudaron en exigir grandes sumas de oro por su trabajo, aprovechando la oportunidad que se les ofrecía, y que fueron pagados con los bienes de la Iglesia.

Sólo cinco años después de la boda entre tío y sobrina, el salvador del condado vio enturbiada su imagen, ya que fue llamado a declarar por la Santa Inquisición, acusado de agraviar con insultos a María `la Manzana´. Durante nueve meses, se sucedieron los interrogatorios y, finalmente, tras no poder demostrarse tales cargos, fue reprendido y devuelto a sus funciones de párroco de Colmenar Viejo y comisario de la Inquisición

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